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Porqué América Latina no debería retroceder ante Trump

Es una región que ya ha demostrado su independencia tal como lo prueba su relación con China
<p>Presidente de Estados Unidos, Donald Trump (imagen: <a href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Donald_Trump_(29273256122).jpg" target="_blank" rel="noopener">GageSkidmore </a>)</p>

Presidente de Estados Unidos, Donald Trump (imagen: GageSkidmore )

Ahora es el momento propicio para que América Latina intensifique su postura, en un contexto en el cual administración estadounidense del presidente Donald J. Trump amenaza los intereses de la región. Ya hay demasiado en juego en lo que respecta al comercio y a la inmigración. Un enfoque pasivo o conciliador sobre estos temas y otro tipo de riesgos pueden socavar los intereses de los países latinoamericanos y sabotear el progreso en los desafíos globales a todo nivel, desde el medio ambiente hasta la prosperidad y la seguridad.

Las prioridades de la región se basan en generar prosperidad y garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Mejorar la integración de América Latina en los mercados globales, atraer inversiones y forjar acuerdos comerciales son algunos de los principales elementos para lograr este progreso. Las claves globales para construir la prosperidad son el compromiso de la región con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París.

En ambos temas, América Latina y Estados Unidos se están distanciando. Este año, el presidente Trump anunció la salida de Estados Unidos de la Asociación Transpacífica y sus planes para abandonar el Acuerdo de París. Ambas decisiones fueron recibidas con decepción en América Latina. Ante la falta de liderazgo global de los Estados Unidos, esta reacción merece mucho más que la desilusión; demanda un retroceso colectivo.

La decisión de la administración Trump de abandonar la principal vía de salida a nivel global para combatir el cambio climático proporciona una mirada cruda de la “América Primero” en acción. El acuerdo de París es uno de los únicos éxitos recientes del multilateralismo y demuestra por qué el orden mundial liberal es esencial para promover los intereses de América Latina, dada su extrema vulnerabilidad ante los impactos del cambio climático, tal como ha sucedido con las inundaciones y sequías que son cada vez más intensas y frecuentes.

La visión transaccional que posee la Administración Trump sobre las relaciones internacionales puede minar este orden. La cosmovisión del presidente Trump revela una escisión entre la voluntad de su gobierno para actuar de manera unilateral y el compromiso colectivo de América Latina y su interés por defender las responsabilidades globales centrales. En América Latina, la mayoría de los países apoya el multilateralismo y la protección de un orden mundial liberal basado en normas.

La administración Trump está enviando señales contradictorias, lo que sugiere que su compromiso central para estas iniciativas, e incluso con las más positivas, es tan débil como potencialmente efímero. Por el momento, el ladrido del presidente Trump parece peor que su mordida. En temas como Cuba, el TLCAN y el muro fronterizo, ha hablado duro, pero finalmente ha atenuado algunas de sus acciones.

Sin embargo, el presidente ha amenazado con retirarse del TLCAN -incluso muy recientemente- a medida que se inicie la segunda ronda de negociaciones, y advirtió una paralización de las funciones del gobierno si el Congreso no aprueba el financiamiento para el muro fronterizo. En resumen, sus posiciones podrían cambiar de un momento a otro e incluso en cuestiones de políticas relativamente consensuadas. La impredecibilidad del presidente sigue siendo un test muy serio tanto para sus aliados como para sus adversarios.

Los estrechos lazos económicos, comerciales y culturales entre América Latina y los Estados Unidos dejan a la región con pocas alternativas.

Pero América Latina ya no se encuentra comprimida bajo la sombra de los Estados Unidos. Durante la última década, los gobiernos latinoamericanos han demostrado una política exterior cada vez más independiente, como lo exhibe su profunda relación con China.

El mundo multipolar presenta nuevas oportunidades para que los países latinoamericanos puedan ejercer su influencia diplomática. A medida que el poder se difunde a través del sistema global, los países en desarrollo están desafiando el status quo y cuestionando las normas dominantes del sistema geopolítico para reflejar sus propios intereses y valores. Esto fue impresionantemente expuesto en 2015, cuando muchos países latinoamericanos desempeñaron roles de gran relevancia durante las negociaciones de la ONU para adoptar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París.

América Latina podría proteger y reforzar de manera asertiva el orden mundial liberal que sustenta sus intereses. Fracasar en la defensa de estos intereses y fortalecer ese orden con aliados en los Estados Unidos y también en países de Europa, Canadá y Asia resultará mucho más costoso para la región y para otras partes del mundo.

América Latina puede e incluso debería ser más audaz con los Estados Unidos, para alcanzar sus intereses proactivamente sobre el desarrollo sostenible y el cambio climático con el gobierno federal y los Estados Unidos y cooperando con otros aliados en otras regiones. Este difícil equilibrio requiere de una estrategia clara, tácticas astutas y compostura. Los países pueden prevalecer si se resisten a la obtención de ganancias económicas a corto plazo y actúan a favor de los intereses a largo plazo.

Los gobiernos latinoamericanos pueden aprovechar a sus aliados e intereses con los Estados Unidos para convertirse cada vez más en un actor influyente en la toma de decisiones sobre cuestiones importantes que inciden directamente sobre sus intereses. De no hacerlo, podría costarle a la región un perjuicio mayor en los cálculos y estrategias de los Estados Unidos. Posicionar su énfasis en discusiones constructivas y candentes que vinculan el cambio climático y al desarrollo sostenible con otras prioridades de los EE.UU. como la seguridad, la inmigración y la estabilidad económica y financiera podría incluso llamar la atención del gobierno Trump.

Los países latinoamericanos pueden avanzar de varias maneras en torno a esta agenda con los Estados Unidos y otros aliados. Podrían focalizar su atención en los actores subnacionales de los Estados Unidos, incluidos el gobierno estatal y local y el sector privado, que se encuentra cada vez más activo tras el anuncio de la salida del acuerdo de París. Los países podrían cooperar con la campaña Compromiso de América, la cual incluye 227 ciudades y condados, nueve estados y alrededor de 1.650 negocios e inversores, unidos bajo objetivo de reducción de las emisiones, una promesa que los Estados Unidos había garantizado bajo el Acuerdo de París.

México podría intensificar su cooperación con California, donde la legislatura estatal está considerando un proyecto de ley que impulsaría al estado a obtener toda su electricidad de fuentes renovables para el 2045. Esta cooperación puede basarse  en el objetivo conjunto anunciado en 2016 por los EE.UU., México y Canadá, cuando juntos acordaron alcanzar el 50% de la electricidad de América del Norte a partir de energías renovables para el año 2025.

La región también puede presionar a los legisladores estadounidenses para diluir los recortes propuestos a la asistencia del desarrollo. Un memorando del Departamento de Estado establece que Foggy Bottom continuará con su apoyo destinado a  las actividades de los países en desarrollo relacionadas con el cambio climático, en donde sean  mutuamente beneficiosas para los objetivos de EE.UU. Los impactos del cambio climático en Centroamérica y México están impulsando flujos migratorios a medida que la gente abandona el campo y se dirige hacia el norte. Los países podrían presentar argumentos a favor del vínculo de sus agendas climáticas y de desarrollo con sus homólogos estadounidenses, donde podrían encontrar un público más receptivo de lo esperado.

En 2018, Argentina será sede de la Cumbre de Líderes del G20. En este contexto, existe el riesgo que Argentina minimice el cambio climático en la agenda de la cumbre con el fin de apaciguar a los EE.UU. El presidente Macri debería combinar su enfoque para el G20 en los empleos y las inversiones con la transición a una economía baja en carbono centrada en la promoción de las energías renovables y en la reducción de las emisiones de carbono en la agricultura. Este encuadre tendría un gran eco en las naciones europeas del G-20, China, los actores subnacionales de EE.UU. y los Bancos Multilaterales de Desarrollo.

La cumbre de la UE y América Latina y el Caribe, a realizarse el próximo mes en El Salvador, también proporciona un momento ideal para que la región avance con sus aliados en torno a los progresos del Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

América Latina puede desempeñar un papel importante en la defensa del orden mundial liberal.  Pero esto depende de su voluntad en el impulso de sus intereses con la administración Trump. Si la región quiere avanzar en sus intereses no debería ser una opción, retroceder prematuramente o permitir que las cuestiones más difíciles queden en el camino.

Ese artículo se publicó originalmente en The Global Americans