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La crisis golpea a Argentina y su modelo de exportación de commodities

El gobierno enfrenta una crisis económica que pone en jaque su modelo de desarrollo
<p>Protestas registradas en Argentina durante el gobierno de Mauricio Macri (imagen: <a href="https://www.flickr.com/photos/monkfotografia/31875083810/in/photolist-QVduHN-QyG8Uw-P5Q4Tg-Ne5GEA-MrF713-MrF3aC-MX5D2Y-NppZMM-MX5s5N-NmazE5-NgJEA6">Monk Fotografía</a>)</p>

Protestas registradas en Argentina durante el gobierno de Mauricio Macri (imagen: Monk Fotografía)

A más de dos años de haber asumido, el gobierno de Mauricio Macri en Argentina se enfrenta a una severa crisis económica. Devaluación y endeudamiento prendieron la alarma sobre un modelo económico basado en la exportación de materias primas y en línea con los intereses de China.

Las expectativas de crecimiento y baja de inflación en el comienzo del gobierno en 2015 dieron paso hoy a un alza de precios de al menos el 40% y una caída de la economía de un 2%, impulsados por la suba de tasas de interés en Estados Unidos y por problemas domésticos.

El país registró una sequía récord que generó la pérdida de al menos un punto porcentual del PBI, al ser el sector agropecuario el pilar central del modelo económico elegido por Macri. Ello sumado a una devaluación récord del peso argentino de 52% en lo que va del año.

Argentina cambió la estructura de su economía desde la asunción de Macri, focalizándose en los productos primarios

Los resultados económicos no esperados obligaron a Macri a restaurar impuestos a la exportación de materias primas, los cuales habían sido eliminados al inicio de su mandato. A pesar de ello, la crisis no significó un cambio de modelo, ya que el objetivo sigue siendo la exportación de materias primas.

“Macri ve a Argentina como exportador de productos primarios y ese es el eje de la economía. Se busca incrementar las exportaciones del agro, los minerales y todo producto sin valor agregado”, sostuvo Ariel Slipak, economista especializado en China. “Es un perfil claramente desindustrializador.”

Para China, esas son muy buenas noticias. En los primeros siete meses del año, Argentina exportó a China US$2.9 mil millones, siendo más del 60% de las exportaciones productos primarios, de acuerdo a estadísticas oficiales. Al mismo tiempo, las importaciones desde China fueron de US$7.5 mil millones, de los cuales 85% fueron producto manufacturados.

Esas cifras han significado un déficit récord de US$5.3 mil millones en el comercio entre ambos países. Si bien la brecha no es nueva, se vio más pronunciada a partir de la apertura a las importaciones en Argentina, originalmente limitada por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

En la última década, los productos chinos pasaron de representar 5 al 20% de las importaciones de Argentina. Al mismo tiempo, las exportaciones de Argentina a China no pudieron seguir ese crecimiento, manteniéndose entre el 8 y 10% de las exportaciones totales.

Para Ariel Setton, economista de la Universidad de Buenos Aires, Argentina cambió la estructura de su economía desde la asunción de Macri, focalizándose en los productos primarios – un modelo que describe como funcional a los intereses y necesidades de China.

“China invirtió mucho en América Latina en diferentes áreas y es un aliado clave para la región, más que Estados Unidos. La visión económica del gobierno actual es funcional a China y a sus necesidades de materia prima,” afirmó Setton. “Macri entiende que el campo es donde Argentina tiene ventajas del resto del mundo.”

Guerra comercial, nuevas oportunidades

La guerra comercial entre Estados Unidos y China, con declaraciones cruzadas y medidas entre ambas naciones, puede llegar a significar una oportunidad para Argentina y su modelo agroexportador – especialmente si la disputa se mantiene en el largo plazo.

China impondrá aranceles de 25% a la importación de soja, maíz y carnes provenientes de Estados Unidos, productos primarios también producidos por Argentina y Brasil. Sin embargo, la sequía de Argentina significa que no habrá demasiada soja para exportar, por lo que Brasil se vería inicialmente beneficiado.

“Argentina no tiene capacidad para abastecer el volumen de cosecha de la soja que le vende Estados Unidos a China, por lo que la guerra comercial no tendría efecto inmediato,” sostuvo Slipak. “De mantenerse la disputa, la demanda china de soja argentina y brasileña escalaría”.

Brasil representó el año pasado la mitad de la soja importada por China, cerca de los 100 millones de toneladas, por lo que se quedaría con gran parte de las exportaciones de Estados Unidos, que fue el segundo proveedor del poroto con 35 millones. Argentina, mientras tanto, exportó siete millones.

La próxima visita del Presidente Xi Jinping a Argentina como parte de la Cumbre de Líderes del G20 en noviembre podría ayudar en ese sentido, al darle impulso político a la alianza comercial entre ambos países – luego de varias contramarchas de Macri en la relación.

Luego de inicialmente cuestionar los acuerdos firmados por Fernández de Kirchner, Macri eligió profundizar los vínculos con China, especialmente ante la necesidad de financiamiento. Se firmaron nuevos acuerdos, entre los cuales China financiará una nueva planta nuclear y mejoras en el tren de cargas San Martín.

Impactos ambientales

La decisión de Macri de impulsar el sector agropecuario del país vino acompañado de consecuencias ambientales, impulsando la deforestación de bosques nativos especialmente en las provincias del norte argentino y las emisiones de gases de efecto invernadero por cambio de uso del suelo.

4,3%


de la deforestación global ocurre en Argentina

Argentina se encuentra en emergencia forestal, de acuerdo con diversos indicadores nacionales e internacionales. En 2014 el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) advirtió que en el país ocurre el 4,3% de la deforestación global.

Al mismo tiempo, un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ubicó a Argentina entre los diez países que más desmontaron entre 1990 y 2015: se perdieron 7,6 millones de hectáreas, a razón de 300.000 hectáreas al año.

El 80% de la deforestación se concentra en cuatro provincias del norte: Santiago del Estero, Salta, Formosa y Chaco. Las principales causas de la pérdida de bosques son el avance de la frontera agropecuaria (para dar paso a soja transgénica y ganadería intensiva) y los incendios.

El Congreso sancionó en 2007 la Ley de Bosques, la cual establece presupuestos mínimos para su protección y zonifica a los bosques de acuerdo con el uso que se les puede dar. Sin embargo, a diez años de su aprobación, su efectiva implementación todavía enfrenta dificultades.

“Argentina reafirmó su modelo agroexportador y eso para los bosques significa su directa destrucción,” sostuvo Noemí Cruz, coordinadora de la campaña de bosques de Greenpeace. “La ganadería y la soja avanzan cada vez más, incluso en zonas en las que no se podría deforestar de acuerdo con la Ley de Bosques.”

Al mismo tiempo, el avance de la deforestación pone presión sobre los compromisos climáticos de Argentina. En su contribución nacionalmente determinada (NDC), compromisos de cada país en el Acuerdo de París, el gobierno de Macri se comprometió a reducir 18% sus emisiones de manera incondicional y 37% de manera condicional.

Argentina es responsable de un 0,7% de las emisiones que contribuyen al calentamiento del planeta. Según el último inventario de gases de efecto invernadero, 44% de las emisiones del país corresponden al sector de agricultura y deforestación, seguido por energía (27%), transporte (13%), industria (12%) y residuos (4%).

“Argentina tiene un modelo productivista que trata de explotar mayor cantidad de recursos. El gran interrogante es el costo ambiental que tendrá,” afirmó Enrique Maurtua Konstantinidis, director del área de cambio climático de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

“El sector de uso de la tierra será el más difícil para bajar las emisiones en Argentina, considerando el compromiso del país de expandir la frontera agropecuaria y aumentar las cabezas de ganado. Son políticas que van en contra de la ambición climática del país,” agregó Maurtua Konstantinidis.