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Emisiones de carbono e incorporación de agua: efectos del comercio y la IED chinas en Argentina

Una nueva investigación recomienda intercambios de aprendizaje y políticas ambientales más severas

Durante la última década la presencia económica de China en Argentina ha resultado especialmente significativa. China es actualmente el tercer mayor destino para las exportaciones argentinas y su segunda mayor fuente de importaciones. Pero a medida que aumenta el volumen de su comercio, también lo hacen las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). De hecho, China es el único de los principales destinos de las exportaciones argentinas para el cual la intensidad de las GEI –el equivalente de CO2 emitido por dólar exportado– está creciendo. No solo eso, hemos hallado en nuestras investigaciones que la cantidad de agua usada para la producción de las exportaciones argentinas a China (principalmente soja y aceite de soja) solo es superada por la de las exportaciones a España. Y Argentina se está convirtiendo rápidamente en una ubicación estratégica para las empresas chinas que invierten en los sectores de gas y petróleo, mientras la empresa estatal Sinopec observa las enormes reservas de esquistos bituminosos en Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén, que solo pueden recuperarse utilizando técnicas de fracturación hidráulica (fracking), con uso intensivo de agua. Recientemente, el Global Economic Governance Institute (GEGI) en Boston publicó nuestro estudio FDI and trade: is China relevant for the future of our environment? The case of Argentina (IED y omercio: ¿es China relevante para nuestro futuro ambiental? El caso argentino), que busca explorar temas relativamente nuevos sobre los cuales existen escasos datos fidedignos e intenta analizar algunos impactos sociales y medioambientales que derivan de la relación comercial y de inversiones entre China y Argentina. El comercio entre Argentina y China se basa en un patrón claro: Argentina exporta a China productos basados en recursos naturales y China, productos manufacturados hacia Argentina. Este es el «patrón estándar» de las relaciones comerciales bilaterales chinas con todos los países latinoamericanos. En el caso de Argentina, ha generado diversas preocupaciones en varios círculos. Las empresas locales se quejan de que su participación en los mercados internos y mundiales se ve amenazada por China y a veces llegan incluso a acusar a China de prácticas comerciales desleales. Quienes trabajan en esos sectores temen perder sus empleos a manos de trabajadores chinos. Los movimientos sociales y ambientales, conocedores del débil control existente para hacer cumplir la legislación ambiental interna china y los deficientes estándares aplicados históricamente por los inversores chinos en el extranjero, advierten sobre los mayores abusos. En la esfera política han surgido cuestiones de soberanía sobre la presencia de muchas empresas estatales chinas que invierten en Argentina, ya que el comercio bilateral con China y su IED se concentran fuertemente en los recursos naturales latinoamericanos. También se han expresado temores por el uso insostenible de esos recursos y los impactos ambientales de su explotación. Pero muchas de esas preocupaciones no son patrimonio exclusivo de las inversiones y el comercio chinos. Por ejemplo, debemos reconocer que la extracción del petróleo –hacia donde se canaliza gran parte de la inversión china– es nociva para el medio ambiente en todas partes, no solo en Argentina. Además, debido a que la inversión china en el sector petrolero argentino asume la forma de fusiones y adquisiciones (F&A), resulta difícil asignar responsabilidades por los daños y pasivos ambientales, que podrían ser resultado de las acciones de los propietarios anteriores. Pero, a pesar de esto, encontramos que se culpa a las empresas chinas por daños ambientales cada vez mayores, aunque tal vez ni siquiera sean responsables por ellos. Aunque a veces pueden ser incorrectamente culpadas por dañar el medioambiente latinoamericano, las empresas chinas tienden a ser más responsables en términos ambientales cuando se fusionan con empresas estadounidenses y europeas que con las latinoamericanas. Esto se debe en parte al riguroso análisis al que son sometidas las grandes empresas estadounidenses y europeas por parte de los gobiernos nacionales en sus países y por las ONG internacionales. Por ejemplo, la China National Offshore Oil Corporation (CNOOC), se ha asociado con British Petroleum (BP), que después de haber sufrido enormes daños a su reputación como consecuencia del desastre del Deepwater Horizon se ve presionada para implementar políticas ambientales sólidas. También parece haber un desajuste institucional entre los gobiernos provinciales y el federal respecto de sus incentivos y capacidades para la regulación ambiental de las empresas extranjeras. La evidencia sugiere que si bien los gobiernos provinciales (y el nacional) en Argentina a menudo se han mostrado más interesados en maximizar las regalías o la recaudación impositiva, la creciente presión de las comunidades locales y otras partes interesadas ha creado conciencia sobre los impactos ambientales. Esto se debe en parte a que en Argentina el desarrollo de las políticas sociales y ambientales tiene lugar a nivel provincial, donde el acceso a quienes toman las decisiones es más fácil. Una mejor evaluación de las cuestiones consideradas en nuestra investigación requiere más transparencia de ambas partes. Ni los gobiernos ni las empresas privadas son proclives a difundir información relevante sobre estas cuestiones, y no existe en Argentina un marco legal que promueva una mayor transparencia en las relaciones entre ambas partes, lo que dificulta la evaluación crítica de la situación actual y sus perspectivas. En resumen, nuestro estudio revela que la actividad económica china no es categóricamente más nociva a nivel ambiental dentro de un sector dado que la de sus contrapartes locales o de otros países. De todas formas, la demanda china continúa aumentando en los sectores sojero y energético, y las autoridades argentinas tendrán que fortalecer sus esfuerzos para maximizar los beneficios y mitigar los riesgos ambientales derivados de la actividad económica en ellos. Las nuevas políticas debieran procurar lo siguiente:

  • Fomentar intercambios «de aprendizaje» entre empresas con capacidades ambientales más sólidas y sus contrapartes chinas, para acelerar la curva de aprendizaje ambiental.
  • Alinear mejor los esfuerzos nacionales y provinciales para el diseño y la implementación de políticas ambientales en el sector extractivo.
  • Fomentar que todas las empresas extranjeras, incluidas las chinas, participen en la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas (EITI, por su sigla en inglés) y otros mecanismos para la transparencia y responsabilidad.
  • Mejorar las políticas sociales y ambientales en general, especialmente para el sector extractivo.

Estas prácticas son particularmente urgentes dada la inminente explotación de las enormes reservas gasíferas y petrolíferas de Vaca Muerta. Si los pronósticos que indican que Vaca Muerta tiene las mayores reservas de petróleo y gas de esquisto fuera de Estados Unidos son correctos, Argentina debiera ser capaz de lograr condiciones favorables en la negociación, no solo en términos de regalías, transferencias de tecnología y otras variables económicas, sino también en términos de la conservación medioambiental y la protección de las comunidades y los productores locales. Pero el proyecto tuvo un inicio poco propicio, ya que los términos del primer contrato de exploración en Vaca Muerta entre la empresa petrolera estatal argentina YPF y la estadounidense Chevron no se han difundido al público. A medida que China consolida su papel como superpotencia económica y política, es necesario considerar estratégicamente el papel de Argentina en este nuevo contexto internacional y la forma de abordar las oportunidades y los riesgos que presenta la creciente participación china en el comercio y la inversión. Es necesaria una visión de largo plazo, ya que la tentación de buscar beneficios en el corto plazo a pesar de los riesgos futuros es muy fuerte en países con configuraciones institucionales frágiles. Una mayor investigación sobre estos temas podría ayudar a dar forma al debate público y a que los políticos y encargados de tomar decisiones estén más informados y elijan mejores políticas para aprovechar las oportunidades comerciales y de inversión dentro de un marco inclusivo y de desarrollo sostenible. Este artículo se basa en el documento de trabajo FDI and trade: is China relevant for the future of our environment? The case of Argentina (IED y comercio: ¿es China relevante para nuestro futuro ambiental? El caso argentino), publicado por la Global Economic Governance Initiative, Boston University y escrito en colaboración con Julian Donaubauer.