Agricultura

El escándalo de la carne de Brasil refleja los peligros de la ganadería industrial

Los grandes productores también intentan suprimir el debate sobre los impactos climáticos

La revelación sobre los mayores productores de carne brasileña quienes habían  sobornado a los inspectores de seguridad alimentaria para obtener certificados para carne que en realidad se encontraba en mal estado, es lo último que el presidente Michel Temer necesitaba en su plato.

La economía brasileña ya está recuperándose de la caída de los precios mundiales de las materias primas y del bajo nivel de confianza de los inversores, ya que el escándalo de corrupción sin precedentes conocido como Lava Jato afectó a políticos de todas las áreas. Ahora las exportaciones de carne de vacuna, que son  muy apreciadas en el país, estarían por colapsar después del surgimiento de compañías, entre las que se incluyen  JBS y BRF, que representan a los mayores productores del mundo en carne vacuna y avícola, respectivamente y las cuales protagonizaron este juego sucio. Algunos incluso trataron de maquillar  la carne en mal estado como carne apta para el consumo esparciéndole ácido con el fin de enmascarar su hedor putrefacto.

Los principales compradores de la UE, Corea y China han suspendido las importaciones brasileñas de carne de vacuna a raíz de este escándalo y como resultado de la operación encubierta llamada “Operación Carne Débil”. China es el principal destino de la carne brasileña y representa un tercio de todas las exportaciones. La prohibición se produce apenas dos años después de que los países restablecieran el comercio por un total de USD $ 12.000 millones en 2015, tras una  alerta previa de seguridad alimentaria.

Blairo Maggi, ministro de Agricultura de Brasil, está luchando por salvar la reputación del sector el cual a pesar de sus vínculos con la deforestación y un nivel de creación de empleo comparativamente bajo, todavía goza de un gran prestigio entre la mayoría de los brasileños. «La investigación no pone en duda la calidad de la carne brasileña, ni tampoco la calidad del sistema sanitario «, dijo Maggi, agregando que las investigaciones sólo ponen en duda el carácter de algunas de las personas que trabajan en la industria. El ministro, quien es el responsable del control de la mayor empresa productora de soja de Brasil, Amaggi, añadió que los funcionarios habían sido identificados y retirados de los contenedores que transportaban carne afectada.

En la misma conferencia de prensa, Maggi hablo sobre la operación del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales (IBAMA) multó 14 frigoríficos que compraron 58 mil cabezas de ganado, oriundos de haciendas en las cuales se produzco deforestación ilegal de la selva amazónica. Esto está terminantemente prohibido por la ley brasileña pero suele suceder burlando aquellos que determina la regla. Maggi afirmó que la incautación demuestra que sus políticas de control de la deforestación «ilegal» del Amazonas son efectivas y Brasil, que asegura utilizar el 8% de la tierra para la agricultura, es un campeón de la sostenibilidad. Sin embargo, el creciente consumo mundial de carne y el avance hacia métodos agrícolas más intensivos también afectan el medio ambiente, un problema que muchos de los que se benefician en el sector intentan suprimir.

Huella de ganado

La producción ganadera reúne la mayor parte del uso de tierras agrícolas en todo el mundo y contribuye con alrededor del 14,5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI). En Brasil, se estima que la ganadería es responsable de la mitad de las emisiones de GEI del país. Alrededor del 80% de la deforestación estuvo asociada con la demanda del pastoreo animal entre 1990-2005, según un informe publicado el año pasado por el Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR).

Además, la producción de carne y productos lácteos utiliza alrededor del 8% sobre el total del agua que usan los seres humanos. La mayoría se destina al cultivo de cosechas forrajeras como la soja. Así lo dice una reciente publicación de la Coalición Mundial de Bosques titulada “Qué hay en el bistec“ (What’s at Steak).

En gran medida impulsado por la demanda de ganado por parte de la creciente clase media de China, se espera que el consumo aumente en un 70% para el  2050. Este incremento  de la demanda se encuentra acompañado por una tendencia hacia métodos agrícolas más intensivos. Millones de animales ahora son criados en espacios estrechos conocidos como Operaciones Concentradas de Confinamiento de Animales (CAFOs), a menudo en condiciones insalubres. Los CAFO son también altamente contaminantes.

«Las empresas prefieren «solucionar» estos problemas maquillando la mercadería arruinada en lugar de perderla“, aseguró Miguel Lovera de la Coalición Mundial de Bosques. Además con respeto a la carne bovina sostuvo que “hay que producirla de la manera tradicional, es decir, restringirla a los ambientes «naturales» (aunque ya desnaturalizados) y basar la alimentación en los pastos, praderas, sabanas y otros tipos de vegetación natural que puedan soportar el pisoteo.»

Con los consumidores y los productores separados por largas distancias, es más fácil para estos últimos aprovechar los vacíos en las regulaciones, o romper las reglas en busca de mayores beneficios, según Wanqing Zhou, investigador asociado en el centro de investigación de medio ambiente Brighter Green.

«Exportar carne al otro lado del mundo es un desafío», dice Zhou. «Los productos cárnicos, con su naturaleza perecedera, requieren ser consumidos rápidamente cuando todavía están frescos, o se conservan a través de conservantes o congelación, que conllevan sus costos».

Lovera asegura que en lugar de resolver el problema de refrigeración de los productos a lo largo de la cadena de suministro, los productores tratan de cubrirlo para proteger su cuota de mercado.

Mientras que el escándalo de carne de Brasil no recibió mucha atención de los grandes medios de comunicación chinos, si lo hicieron organizaciones más pequeñas y grupos en plataformas de medios sociales como WeChat focalizados en la vida saludable.

Según Zhou, la vía más eficaz para frenar los impactos ambientales del consumo de carne es reducir significativamente la demanda: «Se espera que algunos [consumidores] avancen un paso más y repiensen el exceso de consumo de carne y los riesgos de seguridad  en sistema intensivo de cría de animales”.

Sin debate

El escándalo de la «Operación Carne Débil» pudo haber provocado preocupaciones de seguridad en China y en Brasil, pero hay un espacio mínimo para el debate público sobre los impactos climáticos del comercio de carne en el país más grande de Sudamérica. Una de las razones es la falta de una cobertura periodística crítica en los medios de comunicación nacionales, asegura Myanna Lahsen, investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil.

«Mantienen un tabú virtual sobre el tema», dice Lahsen, quien añade que el cambio climático está «enmarcado» como si fuera un problema energético en Brasil.

La poderosa industria agrícola de Brasil, representada en el parlamento nacional por el influyente  grupo de presión «ruralista», se presenta como vital para la seguridad alimentaria. Junto con el alto valor cultural que el público le atribuye a la carne, las ONG´s ambientales y los científicos son renuentes a abordar el tema. En el mejor de los casos, expresan su apoyo a una producción más eficiente e intensificada, argumentando que debería limitarse a tierras ya degradadas.

Estos análisis fallan al no comprender que un motor clave detrás del proceso de deforestación es la especulación financiera sobre la tierra y su supuesto de que los ecosistemas que apoyan no poseen ningún valor, dice Lahsen. Las tierras aumentan su valor de venta si se deforestan y si son preparadas para la producción, suponen los especuladores.

Sin embargo, por cada dólar de beneficio privado generado por el sector agrícola, el público se ve afectado por 20 en costos derivados de la contaminación y la degradación de la tierra, según uninforme realizado por la organización de investigación TRUCOST.

A pesar de todo, los medios de comunicación brasileños principalmente se centran  en la contribución del 25% al Producto Bruto Interno (PBI) que generan los agros negocios  y presentan a quienes lo critican como agentes en contra del interés nacional. Esto sucede a pesar de los relativamente escasos puestos de trabajo que este sector crea, dada la extensión territorial que requiere, argumenta Lahsen.

«No hay un debate público que aborde si estos impactos negativos son necesarios, quiénes son los que se benefician  exactamente del énfasis en la carne y en la soja, y cuáles son las opciones de desarrollo alternativas que resultan más sostenibles y equitativas», dice Lahsen.