Clima & Energía

El cambio de imagen de China en París

La potencia asiática promete una era de inversiones en proyectos "limpios"

China se va de la Conferencia del Clima de París (COP21) queriendo asumir una imagen diferente. La impresión que tuvieron participantes y observadores de la conferencia es que el país adoptó un discurso “verde” más agresivo, asumiendo compromisos y colocando metas climáticas.

Pero el mundo deberá esperar un poco más para verificar si esa nueva postura también se adoptará en los emprendimientos internacionales chinos. Gao Feng, representante de la delegación china en la COP21, garantiza que sí. “Queremos hacer progresos en el área. Después de París estamos intentando hacer un plan para trabajar en el fondo de cooperación y utilizar ese dinero para hacer cosas buenas en otros países en el área de cambio climático.”

Gao Feng reconoce que varios proyectos liderados por chinos en América Latina dejan una huella de contaminación. “Del mismo modo en que lo hacen otros proyectos de otros países localizados en China”, agrega. El país tendría la intención de llevar a cabo nuevos emprendimientos de menor impacto ambiental en la región.

Mónica Araya, directora de la organización Nivela, con base en Costa Rica, reconoce el esfuerzo chino, pero es cautelosa. “Ellos se encuentran en una transición. Pero se trata de una situación difícil de interpretar, porque, por un lado, ellos apuntan hacia el futuro, con energías renovables, transporte más limpio, cooperación climática sur sur, pero por otro lado también trabajan en el pasado al utilizar carbón y llevar a cabo proyectos de infraestructura con energías sucias.” Y hay, además, un agravante: “Hay poca transparencia.”

Por el momento, en la práctica, la presencia china en América Latina todavía provoca polémica e impactos. Como, por ejemplo, el proyecto de la ferrovía transcontinental que debería conectar el con el Pacífico. La intención de Pequín es facilitar el acceso de las materias primas, pero, por ejemplo, las vías podrían pasar por áreas de protección ambiental y tierras indígenas.

En Ecuador, inversiones chinas para la explotación de petróleo en la selva amazónica significan una amenaza para pueblos indígenas y parques nacionales. “China está disputando el mercado como una gran potencia, compra usinas hidroeléctricas en Brasil, construye rutas en África y América Latina, y un país que ha asumido un peso global de ese tenor debe cambiar su comportamiento”, evalúa Paulo Adario, de Greenpeace.

El proceso de contaminación acelerada que experimenta su propio país, que es causado por su rápida industrialización y la expansión de la economía también hizo que los chinos buscaran soluciones urgentes. “Hoy en día, China tiene el programa de reforestamiento más ambicioso del mundo”, comenta Adario. “Ellos no están haciendo eso porque necesiten vender una buena imagen,  sino porque percibieron que necesitan contribuir de un modo concreto con su población.”

Diálogo y transparencia

Para el mundo es bueno que China modifique su comportamiento, ya que, con su enorme poder de compra y su voracidad para consumir recursos naturales, determina patrones. Por eso es importante que la potencia asiática cumpla su promesa de disminuir el impacto ambiental a medida en que se desarrolla.

En Brasil, por ejemplo, existe una gran preocupación con la adquisición de productos forestales de manera ilegal y de commodities, como la soja, provenientes de áreas de deforestación. La llamada Moratoria de la Soja, un pacto vigente desde 2006 por el cual las entidades se comprometieron a no comercializar soja proveniente de áreas deforestadas, siempre estuvo amenazada por el miedo que existía de que China comprara la commodity independientemente de su origen.

“Es evidente que si China comienza a comprar en gran escala en Brasil de modo directo, la Moratoria de la Soja puede ‘ir por agua abajo’. La manera en que China opera determina el juego en varios países, ese es el gran riesgo”, evalúa Adario, que coordina el grupo de la Moratoria representando a la sociedad civil.

Para Mónica Araya, que hizo un seguimiento de la llegada de la potencia asiática en Costa Rica, su modelo operativo viene cambiando con el correr del tiempo. Pero los gobiernos latinoamericanos también necesitan aumentar su capacidad de diálogo con los chinos. “Es una oportunidad para América Latina. Debemos tener una mayor capacidad para interactuar con China en relación a proyectos renovables, transporte colectivo y proyectos transparentes.”

Por otro lado, en toda la región, algunos países están realizando acciones de corto plazo que no necesariamente incluyen proyectos de infraestructura limpia. “También se necesita dialogar con accionistas e inversores, no sólo con el gobierno chino. Para que los latinoamericanos no corran el riesgo todavía mayor de atarse a emprendimientos que no les convienen, que no concuerdan con la nueva era”, dice Araya.

París puede representar un hito en la historia de China y de la posición china en el momento de invertir en países de América Latina. El desafío será seguir de cerca lo que se hará en el área de cooperación climática y cuáles negocios mantendrán la tradicional “suciedad”, que ocasiona un alto impacto ambiental. Solo entonces se podrá evaluar si lo que se prometió en París fue más allá del discurso.